Consejos

Peregrinos en Obradoiro

El equipo

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La mochila que utilicemos debe ser de calidad, con tirantes almohadillados, sujeción lumbar y posibilidades de ajuste sencillo que permita portarla con comodidad adaptándola a nuestra anatomía. Algunas mochilas incorporan sistemas de circulación de aire que evitan la sudoración excesiva de la espalda. No es imprescindible pero si puedes permitírtelo es una buena opción. La mejor manera de hacer fracasar nuestra aventura es portar una mochila pesada. El equipaje debe reducirse a lo absolutamente imprescindible de forma que la mochila no debería pesar más de un 10% de nuestro peso. Para ello, mi recomendación es utilizar una mochila de 40 a 50 litros de capacidad, que debe ser suficiente para almacenar todo lo que necesitaremos para el viaje. Además, hay que recordar que se pasa por gran número de poblaciones en que se puede comprar lo que se vaya necesitando.

El calzado adecuado para esta aventura también deberá ser elegido cuidadosamente. Mi recomendación serían unas botas ligeras que sujeten el tobillo, y que lleven una capa impermeable y transpirable tipo gore-tex que proteja de la lluvia y de los caminos encharcados que a veces, y sobre todo en Galicia, pueden ser frecuentes, sobre todo si no hacemos el recorrido en verano. Los calcetines deberán ser de calidad, transpirables y sin costuras. En las tiendas deportivas especializadas podemos encontrar una gran variedad de estos calcetines especiales para senderismo, que normalmente también pueden elegirse en función de la estación en que vamos a utilizarlos.

Evidentemente, estrenar mochila y sobre todo botas para esta aventura no es recomendable, y el equipo deberá haberse utilizado anteriormente en varias ocasiones para tener garantía de que nos encontramos cómodos con él.

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Uno de los atributos que siempre aparece en la iconografía medieval del peregrino es el bordón. No debemos olvidarlo, ya sea en su forma tradicional o como bastón telescópico, ya que ayuda a caminar por terrenos abruptos, descarga parcialmente de peso a las piernas y en caso de necesidad puede ahuyentar a los perros que, en ocasiones, saldrán a saludarnos al entrar en algunas aldeas.

Un saco de dormir ligero es imprescindible para dormir confortablemente en los albergues. Una esterilla ligera podría ser necesaria para dormir en el suelo.

La ropa deberá ser elegida en función de la época, pero siempre será ligera, fácil de lavar y sobre todo de rápido secado. Un truco para, si es necesario, secar la ropa mientras andamos es colgarla de la mochila por medio de imperdibles.

Un poncho impermeable, aunque incómodo ya que no suele transpirar y puede engancharse con la vegetación, es ligero y muy adecuado para cubrirnos de la lluvia a nosotros junto con la mochila.

La toalla ideal para cargar con poco peso, son las que actualmente podemos encontrar en las tiendas de deportes para utilizar en piscinas, o de tejidos que secan muy rápidamente, especiales para excursionismo. Algunos modelos pesan menos de 100 gramos.

Época del año

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Deberemos tener cuidado con los meses de verano, sobre todo en las primeras etapas desde Salamanca, donde no vamos a encontrar agua ni poblaciones intermedias. De la comida podremos prescindir unas horas en caso de necesidad o falta de previsión, pero la carencia de agua en los meses de verano puede ser un grave problema que no debemos permitir que acontezca. La protección contra el sol en forma de gorra o sombrero y cremas también es obligada en los meses veraniegos.

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Los meses de invierno, pueden ser duros en la fría meseta castellana y las Beiras portuguesa. Otro problema adicional será el agua que probablemente anegará muchos de los caminos, sobre todo en las partes iniciales en las que recorremos la Cañada Real de Extremadura, donde tendremos que vadear algún río o hacer algún pequeño desvío. Como es habitual para el senderismo y el excursionismo, las estaciones de primavera y otoño serán las mejores, proporcionando un paisaje que hará inolvidables muchas de las etapas.

Preparación física

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La longitud a recorrer en la primera etapa del Camino Torres es de casi 30 kilómetros. Se trata de un terreno llano, sin poblaciones intermedias y en ocasiones con poca sombra. A esto hay que añadir que hay que cargar continuamente con una mochila a nuestras espaldas. Es muy difícil que una persona sin una preparación mínima sea capaz de afrontar con éxito la etapa y lo que es más importante: estar recuperado para la siguiente jornada. Además, esta primera etapa no es ninguna excepción en cuanto a longitud y dureza, ya que la media de longitud de las etapas es de unos 25 kilómetros y normalmente con mayores dificultades orográficas. La conclusión es clara: antes de comenzar este camino, se deberá poseer una preparación física, traducida en que nuestro cuerpo esté acostumbrado a recorrer largas distancias cargando peso. Por ello, en los meses anteriores a la partida deberán hacerse largas caminatas de preparación, en las que, además, nos familiarizaremos con la mochila y el calzado elegido.

Preparación psíquica

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Planteamos este apartado aquí para advertir que si se decide hacer este camino en solitario, nos tendremos que enfrentar a un problema que no todas las personas saben afrontar: la soledad. La afluencia de peregrinos en este Camino Torres, no es ni mucho menos comparable a la del Camino Francés o a otros Caminos a Santiago. Dependiendo de la época del año, puede darse la circunstancia de que seamos el único peregrino que pernocta en un albergue. Esto, unido a los largos tramos despoblados que nos esperan en las primeras etapas de la dehesa salmantina, hace imprescindible que debamos ser capaces de soportar con entereza largas horas de soledad. Si este no es el caso, se deberá buscar algún o algunos compañeros de viaje, que hagan más llevadero el camino. Por el contrario, si lo que se busca es la tranquilidad, la introspección o la meditación, este camino es adecuado para recorrerlo en solitario. A partir de Ponte de Lima, la situación cambiará totalmente, ya que transitaremos el Camino Portugués, el más frecuentado después del Camino Francés.

Botiquín

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La aparición de ampollas es casi inevitable cuando se van a recorrer más de 570 kilómetros, por mucho que el calzado y los calcetines sean los adecuados. Deben atenderse inmediatamente, ya que en caso contrario serán fuente de nuevos problemas, aún más invalidantes. Si mientras andamos somos conscientes de una rozadura, debemos parar y no dejar a la suerte la formación de una ampolla, que prácticamente con seguridad se va a formar. Una primera medida preventiva muy efectiva cuando la ampolla aún no se ha formado, sería colocar un simple trozo de esparadrapo antirozaduras, de venta en tiendas especializadas en senderismo, que cubra la zona de piel rozada. Si la ampolla ya se ha formado, el remedio será pincharla con una aguja esterilizada intentando vaciar todo el líquido que tiene dentro, ayudándonos con un hilo esterilizado que vaya unido a la aguja para facilitar el drenaje. Nunca debería quitarse la piel. El alivio suele ser inmediato, pero debemos estar atentos para que no vuelva a salir y no se infecte.

Los dolores e inflamaciones musculares también pueden aparecer en cualquier momento, y se intentará atajarlos cuanto antes para que no produzcan males mayores. Para ello, se deberá tomar algún analgésico y antiinflamatorio por vía oral, que puede complementarse con la aplicación de una pomada de iguales características, si se trata de un dolor localizado. Todo ello naturalmente con prescripción médica o asesoría farmaceútica.

Otro problema que puede presentarse son las quemaduras solares. La solución preventiva es sencilla: aplicar un protector solar adecuado al tipo de piel y la utilización de un sombrero o prendas de vestir que protejan las zonas más sensibles.